29 marzo, 2024

Hipocresías, las cuitas de Scioli y algunas alarmas

El gobierno ha hecho gala, por estas horas, de una fenomenal dosis de hipocresía. No es que haya inventado la pólvora: en todo caso, se reafirma en la práctica un estilo que ha jalonado todos estos años de poder kirchnerista, empecinado en mostrar el costado de la foto que más conviene al matrimonio de Olivos, jirones más o menos de comportamiento institucional y hasta ciudadano que puedan haber dejado en el camino. Veamos esos más frescos botones de muestra.
La presidenta prometió a su par uruguayo José Mujica que antes de que se vuelvan a reunir, dentro de sesenta días, el corte piquetero sobre el paso fronterizo que une Gualeguaychú con Fray Bentos estará levantado. Puertas adentro de sus despachos, algunos de sus funcionarios se ufanaron de tal estrategia, pero con un agregado: aclararon que el gobierno no pagará ningún costo político, si es que, tal como parece que ocurrirá a partir de la orden de un juez federal, los gendarmes enviados por el ministerio de Seguridad y Justicia tienen que utilizar la fuerza para desalojar la ruta.
Nadie imagina, por estas horas, y al gobierno no pareciera preocuparle demasiado, cómo conseguirá el magistrado que los grupos más radicalizados de la protesta contra la pastera UPM (ex Botnia) dejen mansamente ese bastión cerrado y hasta intolerante que han defendido con uñas y dientes desde hace más de tres años. "Nosotros nunca vamos a reprimir; en este caso, lo que hacemos sólo es acceder al pedido de un juez para que pueda hacer cumplir su decisión con el auxilio de la fuerza pública", se le escuchó decir, muy suelto de cuerpo, a Florencio Randazzo. La conclusión salta a la vista: si hay palos, la culpa será del juez, no de la Casa Rosada, y Cristina Fernández podrá ufanarse ante su colega vecino sobre el valor de la palabra empeñada y otras banalidades.
La afiebrada escalada por aumentos salariales que llevan adelante varios gremios ha contado, desde el inicio de las discusiones paritarias, en marzo último, con el silencioso consentimiento del gobierno. En todo caso, habrá que discutirse si Hugo Moyano ha perdido poder entre sus pares y el partido se le ha ido de las manos, teniendo en cuenta que, en una de sus primeras reuniones en la Casa Rosada con Cristina Fernández, ambos se comprometieron a fijar la pauta de aumentos de sueldos en una banda cercana al 22 por ciento.
Pero eso es otra cuestión. Lo cierto es que los reclamos de varios sindicatos llegaron a cifras en algunos extremos cercanas al 45 por ciento, como el caso de la alimentación y los gastronómicos. Ahora, el gobierno salió espantado, a través de dos de sus principales voceros, como el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, y el ministro de Economía, Amado Boudou. "Todo tiene un límite", dijeron, casi a coro. Pero, al mismo tiempo, toda la plana de la administración se ha pegado al discurso que baja desde la CGT de Moyano, que culpa a los inescrupulosos empresarios que suben los precios por el peligro de una disparada inflacionaria, y no a siderales subas salariales que, por muy justas que sean, en toda economía sana que se precie (y, evidentemente, la argentina no lo es) deben manejarse dentro de un contexto.
La presidenta se ufana que el sector oficialista de los trabajadores estatales haya firmado un incremento del 21 por ciento, mientras sus colegas de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), cercana al sector disidente de la CTA, reclaman una suba del 30 por ciento. Pero, a contrapelo de esa satisfacción por una decisión "racional", en el ministerio de Trabajo dicen, por lo bajo, que serán homologados aquellos aumentos que triplican la inflación "térmica" que describen la mayoría de las consultoras independientes del mercado, con el argumento del mismo modo hipócrita de que las empresas "han ganado mucha plata".
De hecho, esas mejoras salariales que irán al bolsillo de los trabajadores convierten en una risa las cifras oficiales sobre aumentos de costo de vida y de los precios que dibuja el INDEC de Guillermo Moreno y que con tanto énfasis defendió Aníbal Fernández, durante su exposición ante los senadores. Para el organismo copado por el polémico secretario de Estado, el movimiento de los salarios no debería superar el 10 por ciento. Por si quedaba alguna duda del desparpajo con el que se ha manejado el gobierno, el jefe de gabinete puso las cosas en su lugar en esa presentación en la Cámara Alta y dijo, con todas las letras, lo que todos intuyen y la mayoría da por cierto: que las cifras del INDEC no las falsea Moreno por las suyas, sino por orden de la presidenta. Formidable fallido del que Aníbal debe estar, por estas horas, arrepentido. Por una vez, su incontinencia verbal y la sobreactuación para defender hasta lo indefendible a sus jefes de turno le jugaron una mala pasada.
Otra gran hipocresía del inefable Fernández es pretender ahora despegarse de los barrabravas del fútbol que han viajado a Sudáfrica con evidente apoyo oficial, sea a través de fondos que provienen de cuentas del propio gobierno, o de la Asociación del Fútbol Argentino. La pertenencia de algunos de esos indeseables a las nóminas salariales de la administración, especialmente al servicio de Moreno en el INDEC, torna una burla el tardío intento de la Casa Rosada de lavarse olímpicamente las manos, cuando, además, ha sido público y notorio que estos personajes han participado en escraches en los que se atacó a quienes critican algunas tropelías cometidas en nombre de los Kirchner, como ocurrió durante la presentación de un libro que desnudaba las manejos de aquel organismo desde que Moreno le puso las manos encima, por orden de Olivos, hace un par de años, con el propósito de falsear los datos sobre el alza de la inflación. Estos mismos barrabravas a los que ahora se busca despegar de la Casa Rosada son los que recibieron aliento y logística para la creación de Hinchadas Unidas Argentinas, a cambio de apoyar la candidatura del ex presidente para 2011.
Daniel Scioli ha hecho malabares, en los últimos días, para no provocar reacciones en Olivos. El gobernador vuelve cada tanto por sus fueros y tiene arranques de independentismo de sus mandantes, y una de esas actitudes ha sido la de reafirmar, frente a algunas presiones del entorno kirchnerista sobre su futuro político, como lo fue el globo de ensayo que lanzaron sobre una repetición de la fórmula que integró con Kirchner en 2003, para los comicios del año que viene, que irá por la reelección en la Provincia. Hay que decir que ese gesto y la interesada salida a los medios para proclamar la candidatura local no es para nada casual. Hay, en el entorno del santacruceño, quienes piensan que Kirchner sigue bajo en intención de voto y que no lograría despegar más allá del 30 por ciento, lo que convierte todavía más en enorme utopía la idea de ganar en primera vuelta con el 40 por ciento de los votos. Y creen que sumar a Scioli al binomio tal vez le daría ese plus de calidad que le está faltando.
El mandatario provincial ha sido de los primeros en advertirlo, y por eso mandó a sus voceros a reiterar que su destino está atado a intentar conseguir cuatro años más en La Plata. Scioli buscó tapar hasta donde pudo datos crueles que arrojaron al menos dos encuestas conocidas la semana anterior, una de ellas realizada por Julio Aurelio, en la que el gobernador aventaja por más de veinte puntos en imagen a Néstor y a Cristina en todo el territorio provincial, lo que incluye el Conurbano, al que el matrimonio considera el último bastión en su intento por evitar el inexorable clima de fin de ciclo que se palpa en el ambiente. El esfuerzo por escamotear esos datos no alcanzó para torcer una realidad todavía más dura: Sergio Massa, Francisco De Narváez y hasta el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, tienen mejor imagen entre los bonaerenses que la pareja presidencial, lo cual, de algún modo, disimula aquellos nerviosos movimientos del ex motonauta durante los últimos días, para intentar tapar el sol con una mano.
La verdad, los Kirchner miden mal en la Provincia y ese es un dato de la realidad que recoge nada más ni nada menos que el pensamiento de los habitantes a quienes se consulta. Scioli puede querer no incordiar al matrimonio para no complicarse su propio futuro o no ser objeto de represalias. Lo que no puede es querer borrar esos datos con pases de magia o burdos tachones a las encuestas que él mismo encargó.
Algunas luces de alarma se han encendido, por estos días, en despachos de intendentes del primero y segundo cordones del Conurbano y también entre algunos gobernadores peronistas aliados de la Casa Rosada. Es que, al margen de los espejitos de colores que intenta vender el oficialismo, ciertamente aquellos números en los que Kirchner aparece por debajo en imagen y en intención de voto de quienes podrían ser sus contrincantes el año que viene, como es el caso de Macri y hasta la hipotética candidatura presidencial de De Narváez, generaron nerviosos movimientos. Hay jefes comunales que han hablado con Eduardo Duhalde, para escuchar de su boca un análisis del panorama. Y han comentado su preocupación por el hecho de que alguien pretenda llevarlos a un salto sin red. Uno de esos caciques del oeste del Gran Buenos Aires lo expresó de esta forma durante uno de esos encuentros, según voceros duhaldistas: "Kirchner parece muy cerca de su techo en intención de voto, lo que lo deja más cerca del fracaso que de la gloria, porque si no gana en primera vuelta no tiene ninguna chance. Y con Kirchner no hay plan B: o es él o el infierno", razonó a continuación.
Se sabe: los caciques del Gran Buenos Aires repiten, en esa y otras reuniones, que no van a jugar a perdedor, y que a los líderes se los acompaña siempre, aunque sólo hasta la puerta del cementerio. El impulso que quiere dar Duhalde a un acuerdo entre todo el peronismo disidente, para que se encolumne detrás de un solo candidato que sea el que enfrente a Kirchner entusiasma a franjas de intendentes y mandatarios provinciales que militan en el kirchnerismo crítico.
Esas preocupaciones se han mezclado, por estas horas, con otras que, a la vez, vienen embadurnadas de desencanto. Es el que expresan algunos funcionarios toda vez que se han acallado los ruidos del monumental festejo del Bicentenario, y aquella suposición según la cual las encuestas mostrarían que la masa humana que se volcó sobre la avenida Nueve de Julio lo había hecho en buena medida a favor del gobierno y del matrimonio Kirchner, cae como castillo de naipes. No hay a la mano ningún dato serio que hoy permita siquiera suponer que eso haya sucedido. Por el contrario, se reafirma la impresión de que la ciudadanía se movilizó por las suyas, sin aparato alguno que la llevara de las orejas. Y si hubo en verdad encuestas que encargó el gobierno para poder celebrar semejante buena nueva, han quedado bien guardadas en los escritorios de la Casa Rosada.
* PARA LA NUEVA PROVINCIA DE BAHÍA BLANCA

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