29 marzo, 2024

El dedo de Cristina

La principal incógnita política es el sesgo que la Presidenta dará a su próximo mandato. Por ejemplo, si conquistar un apoyo electoral aplastante hará al kirchnerismo menos o más virulento. En su discurso de cierre de campaña la Presidenta hizo una cita que podría ser un indicio: “Hoy leí algo del Mayo Francés que decía que tontos son aquellos que mientras alguien señala la luna, miran el dedo”.
La cita de la Presidenta había sido publicada ese día en una columna del diario Página/12 escrita por el periodista Luis Bruschtein, titulada “Los prejuicios trastocan las cosas”. Allí su autor, vicedirector de Página/12, explicaba que el gen violento del kirchnerismo es un fantasma de los no kirchneristas, quienes confundieron significante y significado, quedándose sólo con el signo: el dedo. Algo que podría interpretarse (y no corre por cuenta del autor) como “tranquilos, no se coman los amagues, el kirchnerismo es reformista pero no revolucionario” .
Bruschtein escribió: “En cierto imaginario, el ex presidente argentino Néstor Kirchner fue instalado en el podio de los posibles violentos. En el mismo imaginario, al ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez le correspondería el cuadro de honor de los evidentemente pacíficos”. “Se acaba de comprobar, por declaraciones del propio Tabaré, que fue exactamente al revés.” “No importa si Tabaré fue el que se dispuso para la guerra y el que pidió la intervención del gobierno del presidente norteamericano George Bush.” “La sospecha siempre va a recaer en el que no se encuadra en ese prejuicio cultural. Y por supuesto que en la construcción de esos prejuicios interviene una clase de periodismo que suele acusar de ‘militantes’ a los periodistas que tampoco se encuadran en sus esquemas.” “Tabaré puede decir, con ese tono amigable, que convocó a sus fuerzas armadas para una guerra por un conflicto vecinal con Gualeguaychú, Argentina. Lo dice en un tono tan mediocre y tan plano que pareciera que contara una anécdota de la infancia. Kirchner hubiera contado a los gritos y puteando que estaba haciendo lo posible para solucionar el conflicto en forma pacífica. Pero como grita y putea, el violento sería Kirchner.”
“Hay un viejo dicho del Mayo Francés que decía: ‘Cuando el dedo señala a la luna, los tontos miran el dedo’. Pero no importa. Para los que piensan así, el pacifista tiene que tener esa pátina de mediocridad y previsibilidad que los tranquiliza. Un tipo sanguíneo o apasionado en política los intranquiliza, los descoloca, porque están formados en una matriz cultural refractaria a los cambios. Los cambios tienen que quedarse en los discursos. Por la inacción o por testimonial, se tolera el discurso del cambio, pero horroriza la acción.”
“Lo que se necesita –continúa el texto de Bruschtein– para evitar la violencia es gran audacia y convicciones muy fuertes para poder romper con esa fuerza de arrastre. No hay pacifista previsible porque en las situaciones en las que actúa un pacifista, lo único previsible es la guerra. Ser pacifista sólo cuando no hay peligro de guerra es lo mismo que hacer grandes discursos sobre cambios en la sociedad y después no animarse a cumplirlos para no confrontar con los poderes de hecho que producen las injusticias. Si confrontara, perdería su imagen de pacifista para esa mirada particular. El que confronta no parece pacifista. Y justamente es al revés, aunque no lo parezca. El pacifista es el que confronta, el que va contra la corriente, el que discute contra la mayoría de los que presentan argumentos y más argumentos ensartados en un sentido común de la violencia. A veces puede parecer loco y hasta energúmeno y en cambio sus críticos aparecerán como personas serias y confiables.” “Pero (Néstor Kirchner) era temperamental y apasionado y, como se sabe, los tontos se quedan mirando el dedo cuando les están señalando la luna.”
“Yo, el tonto que mira el dedo” podría titularse una columna escrita con ironía donde se argumentase que la responsabilidad de quedarse con la imagen de un kirchnerismo violento no sería sólo de la ignorancia de la audiencia sino, también, del propio kirchnerismo, que comprendió y utilizó mejor que ningún otro sector político la facilidad de desplazamiento entre significante y significado realzando el relato sobre la realidad, gesto sobre el fondo y tono sobre el contenido. Al kirchnerismo le sirvió políticamente alimentar ese imaginario exhibiendo ‘los gritos y puteadas’ de Néstor Kirchner como una demostración de compromiso y energía.” “A veces puede parecer loco y hasta energúmeno”, escribió Bruschtein, pero es la propia publicidad oficial la que nos dice que “ésta no es la obra de un loco o de una loca sino de cuarenta millones de locos”.
El uso del lenguaje como herramienta política ha sido tan evidente que en el diario La Nación, Carlos Pagni, interesado en temas económicos, escribió: “Los creativos oficiales ya etiquetaron el experimento. Lo llaman Plan de Convergencia Nominal (PCN). Es un eufemismo para evitar anatemas como ‘ajuste’ o ‘enfriamiento’. Al Gobierno le gusta edulcorar la nomenclatura: a pagar la deuda le llama ‘desendeudarse’; al dinero de los depositantes, ‘excedente bancario de liquidez’, y a la devaluación de toda la vida, ‘creación de espacios internos de competitividad’. Horacio González diría que son formas de librar ‘la batalla por el significante’”, concluyó Pagni.
El mensaje de la Presidenta “no se queden con la forma” podría interpretarse como un llamado a los no kirchneristas a no confundir la altisonancia del discurso para la “tribuna” con chavismo. Simplificadamente, un “aquí no se ha estatizado ninguna empresa de capital nacional, no se ha expropiado ni se ha encarcelado a nadie por cuestiones políticas, nuestra violencia es oral pero no material”. En sintonía con la tradición peronista, como cuando Néstor Kirchner le dijo a Bush (no se preocupe) “los peronistas no somos de izquierda ni de derecha, somos peronistas”, o el propio Perón en su famosísimo discurso de 1944 en la Bolsa de Comercio llevando tranquilidad a los empresarios.
Contribuye a este debate sobre el dedo-signo, la representación y el relato, con sus diversas lecturas para diferentes audiencias,el nuevo libro de Eliseo Verón, probablemente el semiólogo más respetado del país, titulado Papeles en el tiempo, que la semana pasada publicó Paidós, la misma editorial que hace un cuarto de siglo publicara, también de Verón (junto con Silvia Sigal), Perón o muerte, uno de los más emblemáticos libros sobre peronismo, donde se profundizó sobre los fundamentos discursivos del fenómeno peronista de los 70.
Verón ahora, en el capítulo de su último libro “Los cuerpos efímeros” trata de explicar la esencia del conflicto Gobierno-medios. Comienza desarrollando la evolución de los diarios que nacen como manifestaciones políticas en el pasado pero con la profesionalización del periodismo en el siglo XX se transforman en empresas. Dice Verón: “Despojados de las pasiones y de los relatos, a los grandes diarios del pasado sólo les queda entonces la reflexión y el análisis, sobre la base de una distinción no negociable entre hecho y opiniones, de un principio de objetividad como toma de distancia, y una supuesta neutralidad política como modo de evitar tanto la complicidad como las epopeyas. O sea: de las dos grandes energías que impulsaron la historia de los papeles de noticias (los diarios) –la de la lógica política y la de la lógica comercial– sólo les queda a los diarios la segunda”.
“Para el oportunismo político, elegir como enemigo a los medios de información es la opción más sencilla y al mismo tiempo, sin duda, la más eficaz políticamente: como la legitimidad que les queda a los medios sólo reposa en la lógica comercial, el discurso de la ‘objetividad’ no se lo cree nadie. Y si los medios buscaran rearticularse a la política, caerían en contradicción con la ideología que durante años usaron para definir su propia identidad. Con este diagnóstico, lo único que el oportunismo necesita es exacerbar esa trampa que los propios medios se construyeron a lo largo del tiempo. ¿Y qué pasa con los enemigos políticos del oportunismo? Justamente: van a salir todos a defender a los medios en nombre de la libertad de expresión, del rol fundamental de la información en la democracia y otras cosas por el estilo, que los dejarán igualmente desacreditados: todo eso es historia antigua.”
“La hipótesis defendida por (Umberto) Eco, sobre el fin de la democracia representativa –del cual esta visibilización (la personalización del líder) sería un síntoma importante–, está claro que la creciente presidencialización de las democracias republicanas le otorga al Ejecutivo cada vez más libertad para operar por fuera de las instituciones. La ironía de la historia, claro está, consiste en que a esa personalización del líder contribuyen, en buena medida, los propios medios de información, identificados como el enemigo principal.”
“El problema que tienen hoy los papeles de noticias (diarios) es que operaron –durante un período histórico por suerte comparativamente breve– con una mala epistemología. Que la historia permita comprender por qué lo hicieron no justifica que esa epistemología se pueda seguir defendiendo. En el siglo XX, hasta tuvieron por momentos el apoyo de sectores del mundo científico encandilados con el positivismo lógico y que hoy están igualmente desacreditados. Ahora bien, que una actividad profesional opere con una mala epistemología puede no tener importancia social (no quiero ni pensar con qué epistemología se practican ciertas profesiones). Pero la importancia de los errores es proporcional a la ambición, y el periodismo se posicionó, durante ese período del siglo XX que evoqué más arriba, nada menos que como el eslabón central del funcionamiento de los regímenes democráticos. No hay discurso humano que sea ‘objetivo’, ‘neutral’, ‘imparcial’ o ‘verdadero’ en lo absoluto.”
“El punto débil del oportunismo neopopulista es que comparte la misma mala epistemología que marcó históricamente al sistema de medios que el neopopulismo combate: la idea de discurso verdadero, auténtico, con acceso privilegiado a la ‘realidad’, representada en su caso por ‘el pueblo’.”
“Se puede formular aquí una importante objeción a este razonamiento. Mi propio discurso se presenta como discurso correcto, como el discurso aceptable y convincente para el lector, en suma: como verdadero. ¿Se puede acaso producir discurso en otras condiciones? Touché.”
“Sí: se puede producir discurso en otras condiciones que no son las de la convicción de verdad: el ejemplo más obvio es el del enunciador que miente a sabiendas. Pero bajo lo que se ha llamado condiciones de sinceridad es imposible producir un discurso que no esté marcado por la convicción de que es el discurso correcto. El problema es que aquí necesitamos activar por lo menos tres niveles. En un primer nivel, enuncio algo marcado por la convicción de verdad (E1). En un segundo nivel, indico que lo que digo ha sido producido en condiciones de sinceridad a partir de un mundo (E2). En el tercer nivel (E3), señalo que mi discurso entra en un espacio donde hay otros mundos, y lo único que solicito es que la eventual descalificación o desacuerdo con E1 (lo que enuncié) no implique una descalificación de E2 (mi sinceridad).”
Silogismo K. Que el kirchnerismo combata al periodismo cometiendo los mismos errores epistemológicos no distraerá al Gobierno de la consecución de sus fines. El ejemplo del Indec es suficiente prueba de su tendencia a despreciar cualquier criterio de validación. Como en tantas otras manifestaciones, a pesar de declamar su valoración por la ciencia no le gusta someterse a ella, ni a nada.
Verón, desde su perspectiva semiológica, pone foco en la epistemología. Los grandes diarios del mundo ya dieron respuesta al E2 de Verón, o sea a las condiciones de sinceridad, diciendo a quién apoyarán en cada elección y/o haciendo expresa su preferencia ideológica.
Pero desde la filosofía práctica el problema corresponde al campo de la ética. ¿Doxa o episteme? ¿Información contagiada de opinión o las opiniones son libres pero los datos son sagrados? ¿Miento o no miento? ¿Está bien hacer propaganda diciendo que es periodismo? ¿Es justo utilizar formatos de programas de entretenimiento aplicado al periodismo político omitiendo lo sustancial para –sobre la base del recorte de detalles– construir reputaciones ficcionalizadas?
Etica y moral son cosas diferentes. La ética es una reflexión crítica de las distintas morales que justifican la acción. El primer problema es que el kirchnerismo, como todo fundamentalismo, no acepta la crítica o responde a ella con violencia.
Me quedé sin espacio, seguiré en nuevas contratapas.
* Especial para Perfil

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