29 marzo, 2024

Mauricio Macri-Cristina Kirchner, una pelea de extremos y debilidades a sólo 8 meses de las PASO

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Compacto Político). A menos de ocho meses para las elecciones primarias, y después de sus dos derrotas consecutivas más resonantes en la provincia de Buenos Aires y a nivel nacional, el peronismo no ha podido cambiar de piel. Su oferta electoral más atractiva vuelve a ser Cristina Kirchner. El oficialismo celebra, pero con la mesura a la que lo obliga la crisis económica y el piso de popularidad en el que está sumergido el Presidente. El macrismo tampoco tiene previsto ningún movimiento sorprendente para 2019. Mauricio Macri encarará la reelección bajo la premisa de que un futuro mejor aún es posible y con el eslogan de que lo único imperdonable sería volver a apostar a quienes -a su juicio- originaron el desastre argentino de las últimas décadas. Macri y Cristina aparecen débiles, cada vez más lejos de ganar en primera vuelta, pero favorecidos por el escenario: encuestadores, analistas y el propio sistema político anticipan que será una pelea de extremos.
El giro de Sergio Massa, por primera vez, parece sepultar las aspiraciones de quienes batallan por instalar una posición a medio camino de la grieta. El fundador del Frente Renovador, un espacio que nació casi al mismo tiempo que el espíritu de “la avenida del medio”, dirigirá ahora su mirada crítica solo con orientación hacia la Casa Rosada. Se olvidará, o intentará olvidarse, de la confrontación con la ex presidenta, a la que -por otra parte- le han dicho que no le puede robar ni un voto. Repasar su cuenta de Twitter -que se ha vuelto más activa en las últimas semanas- ayuda a clarificar por dónde va su nueva estrategia. “Sergio tiene un par de meses para ver si despega. Si no lo hace, tendrá que tomar una decisión”, dicen quienes hablan con el tigrense, pero no dejan de tener lazos con el universo cristinista.
La voluntad de Massa de salir a disputar cada medida, o incluso a tratar de capitalizar cada error del Gobierno, es también un problema para su construcción electoral. El espacio político que inauguró no hace tanto no comparte siempre sus determinaciones. Basta observar el comportamiento de Juan Manuel Urtubey. El salteño tiene posiciones mucho más cercanas al macrismo que al peronismo K. El caso de Miguel Ángel Pichetto, de a ratos, es incómodo: el senador quiere a Macri más cerca de Jair Bolsonaro que el propio oficialismo. Le pide más firmeza en cuestiones de seguridad y de política migratoria. Y Juan Schiaretti, la otra pata de la fuerza, sabe que para retener el poder en Córdoba -su primera prioridad- no puede demonizar a Macri. Aunque la figura presidencial sufrió una fuerte caída en Córdoba, Schiaretti no olvida un dato clave: en el balotaje de 2015, Cambiemos obtuvo el 71% de los votos, contra el 28% de Daniel Scioli.
Lejos de aquella noche de gloria, los encuestadores le otorgan hoy a Macri una intención de voto que oscila entre el 30 y el 35 por ciento. Cristina corre detrás, pero no muy lejos. Ambos, sin embargo, tienen una imagen negativa muy alta. En algunas mediciones el primer mandatario recoge mayor rechazo que su predecesora, una novedad que dejó la crisis cambiaria que arrancó en abril y que continuó mientras se anunciaba el regreso al Fondo Monetario Internacional.
Marcos Peña, jefe de Gabinete y cerebro de las campañas macristas junto a Jaime Durán Barba, le pide calma a sus ministros. Insiste con que no es momento de relevar por quién votará la población. Pero en el Gobierno no dejan de consumir sondeos. Uno de los ministros que esta semana compartió varios vuelos con el Presidente afirma: “Mauricio está tranquilo. Ya le dijeron tantas veces que no iba a poder ganar, después que no iba a poder gobernar y luego que no iba a poder terminar su mandato que ahora se lo toma con más calma”.
La sensación de que el país está polarizado se extiende a Marcelo Tinelli, por ejemplo, que viene coqueteando con la idea de lanzarse a la arena política. El conductor no ha dejado de verse con consultores, economistas y dirigentes políticos. Son pocos los que se animan a preguntarle si efectivamente está dispuesto a poner el cuerpo, aunque más de uno se ha ocupado de transmitir -interpretando sus gestos de las últimas semanas- que hay que dejarlo afuera de la grilla para 2019. Tinelli no dice ni sí ni no. Asegura que su posición es la misma de siempre: puede jugar al tope de una boleta, puede acompañar un proyecto que encabece otro o puede preservarse para más adelante. Primero esperará a terminar su programa de TV, luego se irá de vacaciones y recién en marzo podría tomar una decisión.
“No hagan más encuestas, no vale la pena”, les pidió Tinelli a varios consultores. Su visión, dicen quienes lo ven con frecuencia, es que en 2019 volverá a haber un voto vergonzante, como lo hubo en 1995 con Carlos Menem. Ese voto -piensa- se inclinará por Cristina o por Macri y hoy la mayoría no lo dice abiertamente.
En el comando de campaña cristinista ahora incorporaron como propio un viejo concepto macrista: el electorado está fraccionado en tercios, dicen. Uno apoya al oficialismo, otro a quienes gobernaban hasta 2015 y el restante les desconfía a ambos y va y viene según el momento. Todo en un contexto de apatía por el proceso electoral y desencanto por el rumbo de la actividad económica.
“Voy a hacer lo necesario para ganar”, les dijo Cristina a los dirigentes del Frente Patria Grande que lidera Juan Grabois. Esas pocas palabras bastaron para que los jóvenes aseguraran más tarde que la senadora se postulará el año próximo, algo que en verdad nunca dijo. Cristina sigue recluida entre su casa y el Instituto Patria, donde recibe, además de dirigentes, a actores y operadores.
Alberto Fernández busca, también, tenderle puentes con empresarios. En las últimas semanas el ex jefe de Gabinete se reunió con distintos ejecutivos, varios de ellos banqueros, a los que intentó seducir con la promesa de que si el kirchnerismo vuelve al poder no llegará con aires de revancha ni dispuesto a ir por todo. “Nos quiso vender una Cristina buena”, dijo uno de ellos a Clarín, parafraseando acaso sin saber a Durán Barba.
-¿Es así, Fernández?
-Yo no vendo una Cristina buena. Vendo la Cristina que veo. El problema argentino no es ella. Ella ya dijo que hay que ver cómo se van a pagar las deudas. El problema argentino es Macri.
Lidiar con el fantasma del posible regreso de Cristina sigue siendo un problema cotidiano para Macri. Un fantasma que el oficialismo había creído dejar atrás en 2017, cuando la derrotó en las urnas. Varios economistas le han advertido al primer mandatario que el riesgo país se mantendrá alto y que las inversiones se seguirán demorando mientras ella siga siendo su principal competidora. El conductor de Cambiemos está ansioso por terminar este, su peor año, y dar vuelta la página.
Días atrás recibió un golpe tremendo para su relato. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA difundió que el país tiene 2.200.000 de pobres más que el año anterior y que la cifra total trepa al 33,6%, la más alta de la década. La inflación terminará apenas por debajo del 50%. A Macri le quedan menos de 365 días para revertir una dura tendencia

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