28 marzo, 2024

Los daños colaterales del aislamiento: advierten sobre un aumento de las crisis en niños epilépticos

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Compacto Político). Se sabe que la epilepsia es la cuarta enfermedad neurológica más frecuente y se trata de un desorden cerebral caracterizado por la persistente predisposición a generar crisis epilépticas y sus consecuencias neurobiológicas, cognitivas, psicológicas y sociales, según define la Liga Internacional contra la Epilepsia (Ilae, por sus siglas en inglés). Su prevalencia en la población es realmente elevada: se estima en alrededor del 1%, siendo los niños y los adultos mayores los más frecuentemente afectados.

Ante la situación actual de pandemia por el SARS-CoV-2, el Centro de Control de Enfermedades en Estados Unidos (CDC) sugirió considerar a las personas con epilepsia como grupo de riesgo. En un primer momento, luego de demostrar la especial capacidad de adhesión del virus a receptores de enzima convertidora de angiotensina 2 que se distribuyen además de los pulmones a nivel cerebral en la superficie neuronal y de células gliales, se consideró la posibilidad de daño directo del virus en el sistema nervioso central. No obstante, no hay al momento trabajos científicos sólidos que indiquen un mayor riesgo de contagio ni tampoco mayores riesgos de debut o de descompensación de la epilepsia por el contagio del virus.

Sabemos que cualquier cuadro viral causante de fiebre o trastornos del sueño, puede favorecer la aparición de convulsiones o generar crisis epilépticas en pacientes en tratamiento. Pero esta característica no sería específica del COVID-19”. El médico neurólogo infantil Nicolás Schnitzler (MN 107885) destacó que “sí es importante considerar otros aspectos colaterales que surgen de la situación de aislamiento social preventivo y obligatorio”.

En este sentido, el especialista de Ineco señaló que “las sociedades científicas referentes en epilepsia elaboraron recomendaciones especiales tanto para las personas con esta enfermedad como para neurólogos,que consisten principalmente en procurar asegurar la disponibilidad de medicación antiepiléptica habitual para no suspender abruptamente el tratamiento, así como desaconsejan realizar cambios de medicación durante la etapa de aislamiento o concurrir a guardias de emergencia excepto en caso de aumento sostenido en el número de crisis o de crisis prolongadas no habituales”.

Ahora bien, el especialista reconoció que “es posible que, en esta situación de aislamiento, por factores indirectos como falta de sueño, trastorno de ansiedad o distrés pueda favorecerse un aumento en las consultas por convulsiones”.El cerebro necesita de situaciones ambientales que favorezcan su normal funcionamiento (Shutterstock)El cerebro necesita de situaciones ambientales que favorezcan su normal funcionamiento (Shutterstock)

En la misma línea, la médica neuróloga Analía Calle (MN 111586) del Centro de Epilepsia del Instituto de Neurociencias de Fundación Favaloro sostuvo que “no está reportado ni se están viendo más casos de epilepsia de reciente comienzo, o sea, nuevos casos de epilepsia, ni en niños ni en adultos, lo que sí está reportado es que los niños y las personas adultas con diagnóstico de epilepsia previo pueden tener más crisis como consecuencia del cambio de hábitos más que nada, de trastornos de privación de sueño, estrés o en algunos casos por dificultades de acceso al tratamiento”.

“Lo que estamos viendo es que está habiendo trastornos de sueño, insomnio, fragmentación o dificultad para conciliar el sueño, corrimiento de los horarios de descanso, lo cual en algunos tipos de epilepsia puede ser un desencadenante de que los pacientes tengan crisis -enfatizó la especialista-. Una de las cosas que los pacientes con epilepsia deben cuidar particularmente es el sueño, entonces en estos momentos en los que está habiendo más insomnio o cambios en los hábitos se está viendo que puede estar relacionado con el aumento de los episodios”.

El jefe de Neurología y de Epilepsia de Ineco, Alfredo Thomson, reconoció que observaron entre sus pacientes “que algunos niños, adolescentes y adultos con epilepsia aumentaron el número de crisis por la extensa cuarentena. Pero esto no es por la epilepsia, sino por padecer una enfermedad crónica la ansiedad, falta de sueño, o angustia, que puede precipitar las crisis”.Los especialistas coinciden en que "es muy importante continuar con los controles de rutina habituales para revisar la situación" (Shutterstock)Los especialistas coinciden en que “es muy importante continuar con los controles de rutina habituales para revisar la situación” (Shutterstock)

El cerebro necesita de situaciones ambientales que favorezcan su normal funcionamiento; esto implica, durante el descanso sobre todo, lograr un sueño de eficiencia (en el que estén presentes las diferentes fases del sueño) y de esa forma lograr el mejor equilibrio posible. Y durante el sueño inclusive, poder lograr depurar al cerebro de ciertas sustancias que se van acumulando durante la vigilia”. Según Schnitzler, “en la medida en que uno no logra un sueño reparador, ni con las horas mínimas necesarias, implica que ese equilibrio no se alcanza sostener y por lo tanto favorece -en personas con la predisposición previa- a la aparición de alguna convulsión, ya sea aislada (que no define eso solo un diagnóstico de epilepsia) o en el caso de que se reitere por lo menos dos o más veces ya cumple con la definición de epilepsia”.

Así, para él, “la situación de aislamiento que bien se sabe que favorece a un incremento en los niveles de distrés y de diferentes situaciones de conducta que se vieron exacerbadas por estos días, también puede implicar, por una situación de aumento sostenido del cortisol y de catecolaminas relacionadas mayor riesgo de debut de una epilepsia”.

Y tras considerar que la cuarentena puede actuar como “factor gatillo” de este aumento de las crisis, destacó que “esto ocurre sólo en personas que tienen predisposición, ya sea en el aspecto primario, como en el caso de una epilepsia primaria, o personas que quizá tengan algún daño cerebral o secuela cerebral por alguna razón y que quizá hasta ahora convivían con esa secuela y alguna alteración eléctrica relacionada pero que sin síntomas compatibles con epilepsia no se definía el diagnóstico. Mientras que este escenario o este ambiente sostenidamente adverso puede ser una explicación de algún incremento en las consultas”.El incremento del tiempo frente a las pantallas, siendo que muchos tipos de epilepsias son fotosensibles, claramente empeora la situación (Shutterstock)El incremento del tiempo frente a las pantallas, siendo que muchos tipos de epilepsias son fotosensibles, claramente empeora la situación (Shutterstock)

El médico psiquiatra y neurólogo Enrique De Rosa (MN 63406) aportó una “pata” del tratamiento y de la calidad de vida del niño con epilepsia hasta ahora no mencionado: “Hay toda una cuestión psico educativa en el abordaje de estos pacientes, que consiste en hacer actividad física, no alimentarse con muchos azúcares, llevar una dieta rica en Omega 3, por lo que un disbalance en la alimentación, sumado a la falta de actividad física y el incremento del tiempo frente a las pantallas siendo que muchos tipos de epilepsias son fotosensibles, claramente empeora la situación”.

El mejor ‘remedio’ en este contexto, lejos de aumentar las dosis de los medicamentos, es volver a estructurar muy bien la rutina -enfatizó el especialista-. Tener una buena alimentación, que el niño haga algún ejercicio como descarga física y si se pudiera lograr que lleva a cabo una relajación y meditación también sería de gran ayuda si de bajar la incidencia de las crisis se trata”.

En cuanto al tratamiento, “es muy importante continuar con los controles de rutina habituales para revisar la situación”, destacó Schnitzler, para quien “esto puede realizarse fácilmente desde la utilización de consultas a distancia, ya sea telefónicas como a través de una herramienta como la telemedicina que se expandió exponencialmente y que además de la evidencia que apoya su efectividad, llegó para quedarse y seguir creciendo”.