23 mayo, 2025

Moyano elige el peor ring para anticipar la pelea con CFK

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La tentación de equiparar la pelea que hoy cruza al peronismo con la división que sufrió en la década del 70 esta tan cerca de la mano, como el riesgo de cometer una grotesca distorsión. Y hace tiempo que se sabe que la realidad es superior a la idea, por mas atractiva y brillante que esta parezca.
Moyano es Rucci, La Campora es Montoneros y el “Cuervo” Larroque es Firmenich, así como Cristina es Cámpora. Y el peronismo se prepara para zambullirse en una nueva ordalía de caos y violencia. Ese es el subtexto que recorre la traspolación del momento actual a la década del setenta, según publicó Lapoliticaonline.
Se trata claro de una mascarada que el gobierno alentó en mas de una ocasión, para iluminarse con una épica que las módicas utopías del mundo de hoy, no habilitan. Líderes como Rouseff, Merkel u Obama, lidian con cuadraturas del circulo mas concretas pero de impacto real en la vida cotidiana de sus conciudadanos: como crecer sin inflación, de que manera conciliar entornos que atraigan inversiones con políticas que impulsen la equidad social. Desafíos de trabajo diario, con poco margen para el trazo grueso de la gestas heroicas que todo lo perdonan.
Para empezar por el principio, Cristina no es Cámpora ni Perón. El primero fue un fugaz presidente vicario que apenas superó el mes en el poder. Y el extinto líder, en aquellos años tumultuosos optó por el movimiento obrero, que aun con sus pecados, poco tenia que ver con esta burocracia esclerosada y enriquecida de hoy.
Sin olvidar un pequeño detalle que la simplificación setentista ignora prolijamente: la pelea de los 70 se dio en el marco de la guerra fría, cuando la Argentina fue apenas una tablero mas en la disputa estratégica que libraron Estados Unidos y la Unión Soviética, a pesar de los infructuosos esfuerzos de Perón por abstraer al país de esa polaridad.
Como sea, los sindicalistas de hoy ni siquiera arrastran el lustre de aquellos años, cuando el regreso del peronismo al poder los encontró con la chapa de veteranos de la resistencia, proceso en el que muchos de ellos dieron la vida por el regreso de su líder.
Como una caricatura de lo que fueron, conservan el reflejo autoritario y prepotente sin gozar de la "razón histórica", que acaso justificaba esas actitudes. Hoy, no hay dictaduras que enfrentar y hace más de tres décadas que la Argentina se debate en las dificultades cotidianas de cualquier democracia moderna. El drama que enfrenta Moyano tiene apenas el escaso glamour del Código Penal.
La atropellada, la falta de apego a los mecanismos tediosos de la negociación democrática, hoy lejos de despertar admiración, hunde a los dirigentes gremiales en el descrédito. Es que ya no existe aquella urgencia del momento, que acaso explicaba la pasión por la acción directa. Como dinosaurios a los que una glaciación inesperada les cambió el paisaje, no logran ajustarse a las exigencias de los entornos modernos donde la opinión pública -cuzada por los medios y las redes sociales- es determinante.
Un adversario perfecto
Todos los sondeos de opinión conocidos, revelan que los sindicalistas se ubican en el ultimo infierno de los desprestigiados, frente a una sociedad que los observa como a una casta enriquecida. Y con medidas como el paro nacional de este lunes, confirman las peores sospechas: se trata de hombres desprensivos que en función de sus intereses no dudan en tirar por la borda el precario equilibrio macroeconomico que vive el país. O peor aún, que ni siquiera tienen la capacidad de evaluar ese riesgo en toda su complejidad.
Sea o no cierta esta percepción, la cadena de razonamientos que disparo la protesta es tan evidente como la torpeza de la respuesta: el gobierno maneja a los jueces, los jueces están acorralando a Moyano, entonces hagamos un paro nacional. Esto es tan obvio como un dato inobjetable: desde que existen los paros nacionales siempre se hicieron contra los gobiernos.
Como se sabe el paro nacional no es una herramienta del derecho laboral en sentido estricto, sino un resorte político de los trabajadores organizados que trasciende el conflicto del trabajo.
Al paro nacional se llega en confrontaciones extremas como puede ser la lucha por el regreso de la democracia (Polonia) o el rechazo a determinadas políticas económicas que se buscan modificar (la inflación con Alfonsín o los ajustes y la recesión de Menem). En esas ocasiones, las centrales obreras suelen liderar proceso políticos globales. El motivo alegado en esta ocasión, no puso ser más ajeno a la sociedad.
Además, el paro nacional del lunes le ocasionó otro daño innecesario al camionero: La medida se redujo al sector del transporte, poniendo en blanco sobre negro el verdadero alcance de su influencia en el movimiento sindical argentino.
La debilidad de Moyano
Tan torpe fue la repuesta de Moyano y tan tranparente su debilidad, que basto el simple trascendido de una requisitoria de la justicia suiza -que hasta ahora ni siquiera lo involucra de manera directa-, para que se viera forzado a gastar su bala de plata.
Aunque bien mirado, la decisión fue la consecuencia lógica de la presión que meses atrás ejerció la CGT cuando el juez Norberto Oyarbide detuvo al sindicalista Gerónimo Venegas, por las mismas causas que complican a Moyano.
En ese momento, acaso de manera apresurada, el duhaldismo y buena parte de los medios mas críticos, festejaron la liberación forzada de Venegas como un triunfo contra el kirchnerismo. Acaso sin percibir que para la mayoría de la sociedad lo que se había consagrado era un enorme homenaje a la impunidad de los poderosos ¿Sino como explicar ahora porqué están bien las protestas sindicales en defensa de Venegas y mal cuando el beneficiario es Moyano?
El rédito para Cristina
No es un secreto que el problema electoral de Cristina Kirchner radica en los sectores medios. Y este paro nacional convocado por Moyano es la mejor contribución que el sindicalista podría haber hecho para reforzar el potencial de la presidenta en esa franja, naturalmente refractaria al líder de la CGT.
Lo esperable hubiera sido que el camionero se presentara manso ante la justicia para demostrar su “inocencia”, mientras devolvía los golpes con reclamos que sintonizaran con las preocupaciones de la gente: la inflación, los descuentos salariales por el impuesto a las ganancias, la pobreza que no cede, la imposibilidad de acceder a la vivienda propia, por ejemplo. Es decir, demandas clásicas de una central obrera.
Pero el camionero, respondió sin filtros a la guerra fría que le planteó la Presidenta, acaso aturdido por años de caprichos atendidos. Nunca quedó más clara esa sensación de impunidad que ayer cuando un integrante de la conducción de camioneros, detalló la visión que ellos tienen del problema que enfrentan: "Estamos boludeando por unos troqueles", dijo, seguramente sin darse cuenta del feroz desprecio por la vida de sus afiliados que encerraban esas palabras.
Mensajes opuestos
En rigor el escándalo que vive la sociedad es exactamente el opuesto al que hoy denunciaron Piumato, Viviani, y otros conspicuos moyanistas. Lo que no se entiende es como ante la acumulación de testimonios y pruebas, la justicia sigue sin convocar a Moyano -al menos- a indagatoria. El reproche es por la lentitud de la Justicia, no por sus esporádicos avances. Así de disociados de la realidad están.
Y acaso esas anteojeras no les permiten ver que van camino a convertirse en una anomalía del sistema, que cuando termine de mutar los arrojara por la borda, como de hecho ya esta haciendo. Frente a lo inevitable del cambio hay opciones: retiradas dignas y negociadas; la propia transformación si es posible; y acaso la peor de todas: la negación del proceso. Basta repasar la historia

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