Los secretos del cónclave que eligió al papa León XIV: sus dos competidores principales y la reacción tras el triunfo

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Compacto Político). Una investigación publicada por el Corriere della Sera revela, a través de los testimonios de al menos una docena de cardenales, los entretelones del último cónclave.

Cuando alcanzó los 89 votos requeridos, los presentes estallaron en una ovación. Él permaneció sentado, abrumado.
La figura de Robert Prevost: del perfil bajo al consenso rotundo

El cardenal Prevost, agustino nacido en Chicago, no figuraba entre los favoritos iniciales para suceder a Francisco. Sin embargo, fue ganando terreno a medida que se desarrollaban las reuniones previas al cónclave.
El sábado 3 de mayo, cinco días antes del inicio formal de la elección, fue designado por sorteo para colaborar en la organización de las sesiones diarias. Su estilo sobrio, metódico y dialogante llamó la atención de muchos.
Cardenales como Joseph Tobin, de Newark, vieron en él una figura que generaba confianza. “Bob, podrían proponerte a ti”, le dijo, según relató al Corriere.

Esa percepción fue creciendo hasta transformar a Prevost en una figura de consenso frente a otros candidatos que dividían al colegio electoral.
De carácter reservado, Prevost es visto como un continuador del espíritu reformista impulsado por Francisco, aunque con un talante más contemplativo.

En la cuarta votación, las papeletas se inclinaron en su mayoría hacia su nombre. Lo observaron hacer respiraciones profundas, incluso aceptar un caramelo ofrecido por el cardenal Tagle, que intentaba aliviar su tensión.
Los italianos divididos: un bloque debilitado
Durante décadas, el bloque italiano en el Colegio Cardenalicio representó una fuerza decisiva en los cónclaves. No fue el caso esta vez.
Según reconstruye el Corriere della Sera, la falta de cohesión entre los cardenales italianos jugó un rol determinante en la caída de las opciones del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano y principal representante de la diplomacia curial.

Los testimonios señalan que ya en la primera noche del cónclave se evidenciaron las grietas internas. De vuelta en la residencia de Santa Marta tras una votación preliminar sin resultados claros, varios cardenales advirtieron que la falta de unidad entre los italianos debilitaba seriamente a Parolin.
A diferencia de otras ocasiones, no se logró forjar un bloque nacional sólido capaz de negociar apoyos con otras regiones.
Peter Erdő: el intento fallido del bloque conservador

El cardenal Peter Erdő, arzobispo de Esztergom-Budapest, fue uno de los nombres fuertes al comienzo del cónclave. Con setenta y dos años y una sólida formación teológica y jurídica, representaba la apuesta de un grupo de cardenales conservadores que buscaban un cambio de orientación tras los años de Francisco.
Su candidatura, según el Corriere della Sera, fue apoyada por una alianza que incluía a varios prelados africanos y europeos alineados con posturas doctrinales más rígidas.
A pesar de un arranque sólido, no supo captar los votos de aquellos cardenales nombrados por Francisco, que representaban la mayoría del Colegio. Su dificultad para tender puentes en un electorado muy plural terminó por aislar su candidatura.

Una ovación en la Sixtina: el momento en que Prevost fue Papa
La tarde avanzaba en la Capilla Sixtina. Luego de varias rondas de votación y con los ánimos tensos, llegó el cuarto escrutinio.
Fue entonces cuando el nombre de Robert Prevost comenzó a repetirse con fuerza. El cardenal Lazarus You Heung-sik, de Corea del Sur, relató que “las papeletas se volcaron de forma abrumadora” hacia el estadounidense.

La barrera simbólica de los 89 votos, los dos tercios necesarios, fue superada.
Y en ese instante, según describió el cardenal David de Filipinas, la sala “estalló en una ovación de pie”.
Pero Prevost no reaccionó de inmediato. Permaneció en su asiento, con la cabeza entre las manos, abrumado por la emoción.
Tuvo que ser levantado por otros. La escena, según el Corriere della Sera, fue profundamente emotiva. Varios cardenales tenían lágrimas en los ojos. Las felicitaciones comenzaron incluso antes de que se confirmara el conteo final, que se acercaba a las tres cifras.

“El Espíritu Santo nos guió a una decisión unánime”, dijo uno de los presentes. Y otro agregó: “Fue un momento de comunión, no de cálculo político”.